En la España de los años 50, todavía había cartilla de racionamiento, así que conseguir huevos o azúcar era complicado. Aún más complicado era conseguir cualquier tipo de postre. Fue por esto que el químico español Alfredo Valdés García se puso a investigar: encontró que el huevo podía sustituirse por agar-agar, un extracto de algas que, combinado con leche y un poco de azúcar, daba un delicioso postre con la forma, el sabor y la textura del flan de huevo, a un precio mucho más económico.

El empresario gallego José Ferro Rodeiro vio de inmediato el potencial de este nuevo producto, y se encargó de su fabricación y comercialización: así nació el Flan Chino Mandarín. Se escogió este nombre, haciendo referencia a la lejana y exótica china, precisamente porque en esos tiempos el flan de huevo era tan inalcanzable que se llegó a considerar un lujo exótico. Se hizo una gran publicidad alrededor de esta idea, sobretodo con unos muñecos de plástico pintados y decorados por mujeres de Muras que se hicieron muy populares.

El otro gran factor que garantizó su éxito fue la dosificación del preparado: se vendían cajas de 5 sobres, suficiente para elaborar 6 flanes con cada uno, permitiendo elaborar flanes para toda la família a un precio muy bajo. Con un formato de gran consumero, también se adentró en los bares y restaurantes del momento.

Muchos años después, Dr. Oetker adquirió la marca Mandarín en 2010, con la idea de mantener la receta clásica que fue tan característica para muchos españoles durante tanto tiempo. ¿Y tú, ya la has probado?

La creación del flan, un postre cremoso y delicado, es atribuida comúnmente a los franceses. Sin embargo, tiene sus raíces en la antigua Roma. Hace ya más de dos mil años desde que los romanos se dieron cuenta de la simple y elegante combinación de huevos, leche y miel. Esta primera versión se conocía como tyropatina, y durante siglos se le añadía pimienta y acompañaba comidas saladas. Durante la expansión del Imperio Romano, la receta se difundió por Europa, adaptándose a los ingredientes locales y evolucionando hacia una preparación más similar al flan moderno.

En el siglo VII se introdujo el azúcar en la surgente Europa Medieval, cortesía de los Árabes, verdaderos expertos en la creación de pasteles, turrones, jarabes y natillas. Esta combinación de azúcar con el antiguo tyropatina se llamó flado, “torta plana” en latín medieval. Este nuevo plato  se populirazó rápidamente durante la Cuaresma, los cuarenta días previos a la Pascua, período en que estaba prohibido el consumo de carne.

Posteriormente, en Francia y España, la variante dulce del flado comenzó a servirse como postre con una salsa de caramelo, y pasó a llamarse flan en la península ibérica y crème renversée au caramel entre los galos. A América llegó a través de la conquista española. Desde entonces, ha sido un postre popular en muchas culturas alrededor del mundo, con variantes regionales que reflejan las tradiciones culinarias locales. Su textura cremosa y su sabor delicado lo han convertido en un postre clásico y muy apreciado en la gastronomía internacional.

• Usa leche entera: La grasa de la leche estabiliza las proteínas de huevo y evita que se castiguen demasiado al cocer el flan, lo que da como resultado la textura deseada.

• Remueve la mezcla lentamente y con cuidado: al poner todos los ingredientes en un bol, no agitamos demasiado con una varilla para no generar espuma. Para evitar que se produzcan burbujas en el flan, es necesario girar la varilla con mucha delicadeza. Es necesario dejarlo reposar para que desaparezcan y luego retirarlas con una cuchara.

• No calientes en la sartén todo el azúcar a la vez: el riesgo de que te pases de cocción es alto, por lo que quedaría amargo. Es necesario fundirlo lentamente mientras agregamos un tercio y luego otro y luego otro, controlando la temperatura para asegurarnos de que cambie a un color rubio.

• No lo metas en el horno: aumenta el riesgo de quemar el flan y amargarlo. Recomendamos un baño Maria a 100 grados durante noventa minutos porque el agua controla mejor la temperatura. Recuerda que cada flan debe contener alrededor de 30 gramos de caramelo.

• Haz el flan el día antes: un par de horas en la nevera garantiza que el flan tenga la cremosidad deseada.